Los organismos necesitan agua y la posibilidad de utilizar sustancias como el carbono, el nitrógeno o el oxígeno. En la Luna, la vida no podría resolver estas necesidades. El satélite, además, está expuesto a muchas radiaciones letales para la mayor parte de los organismos terrestres como la radiación ultravioleta, y la temperatura de su superficie es mucho más extrema que la terrestre; durante el día lunar sobrepasa los 123 grados centígrados, mientras que por la noche baja hasta unos 233 grados bajo cero.

Las muestras que trajeron de la misión Apolo 11

Cuando la NASA envió a los primeros astronautas a la Luna, los científicos no pudieron descartar la posibilidad de que nuestro vecino más cercano pudiera contener vida. Tras su estancia de 21 horas y 36 minutos en el Mar de la Tranquilidad, los astronautas de la misión Apolo 11 regresaron a la Tierra con 22 kilos de rocas y otros materiales del suelo lunar (regolito), un tesoro de valor incalculable para la comunidad científica.

Los investigadores del Centro de Investigación Ames de la NASA y el Centro Espacial Johnson en Houston examinaron desde 1969 dichas muestras que los astronautas trajeron de la misión Apolo 11.

Los investigadores estaban buscando signos de vida endémica de la Luna, así como compuestos orgánicos que son los componentes básicos de la vida. Por supuesto, no se encontró vida lunar en estas muestras, y ahora sabemos que la Luna no alberga vida. Sin embargo, estas pruebas se convirtieron en la primera vez que la NASA recuperó muestras de otro mundo para buscar vida en ese mundo.

En estos experimentos, los investigadores intentaron fomentar el crecimiento de cualquier organismo potencial en las muestras lunares, proporcionando nutrientes y probando en una variedad de más de 300 condiciones que podrían ser adecuadas para la reproducción. Periódicamente se usaron microscopios para inspeccionar el crecimiento. Después de varios meses de pruebas, no se detectó vida, siendo la teoría desde entonces de la inhabitabilidad de la Luna.

Vida quizás sí, pero hace mucho

En 2018, un artículo publicado en Astrobiology ponía sobre la mesa la posibilidad de que hubiera vida en la Luna, pero hace muchísimos años. A pesar de que el título de esta publicación era algo tan enigmático como «¿Hubo una ventana de habitabilidad temprana para la Luna de la Tierra?», su nota de prensa asociada se puso un poco más clickbaitera con un título aún más emocionante: «Investigadores ven posibilidad de vida lunar«.

Los estudios de Dirk Schulze-Makuch, astrobiólogo de la Universidad Estatal de Washington e Ian Crawford, profesor de ciencia planetaria y astrobiología en la Universidad de Londres, dijeron que las condiciones en la superficie lunar fueron suficientes para sustentar formas de vida simples poco después de que la Luna se formara a partir de un disco de escombros hace 4.000 millones de años y nuevamente durante un pico en la actividad volcánica lunar hace unos 3.500 millones de años.

Durante ambos períodos, los científicos planetarios creen que la Luna arrojó grandes cantidades de gases volátiles sobrecalentados, incluido vapor de agua, desde su interior.

El gran engaño de la Luna

Con los avances científicos desde que se pisara la Luna por primera vez, no encontramos extendida la creencia de que realmente haya vida, más allá de algún grupo conspiranoico. Sin embargo, en el pasado era mucho más complejo contrastar ciertas informaciones sobre una civilización selenita.

Quizás el más infame de los casos en los que se creyó que había vida en la Luna viene del conocido como «The Great Moon Hoax«. El 25 de agosto de 1835 apareció en el periódico sensacionalista The New York Sun el primero de una serie de seis artículos que anuncian el supuesto descubrimiento de vida en la Luna.

Los artículos supuestamente fueron reimpresos del Edinburgh Journal of Science. El autor era el supuesto Dr. Andrew Grant, descrito como un colega de Sir John Herschel, un famoso astrónomo de la época. De hecho, Herschel había viajado a Ciudad del Cabo, Sudáfrica, en enero de 1834 para instalar un observatorio con un nuevo y poderoso telescopio.

Tal como lo describió Grant, Herschel había encontrado evidencia de formas de vida en la Luna, incluidos animales fantásticos como unicornios, castores de dos patas y humanoides peludos y alados que se asemejan a murciélagos. Los artículos también ofrecían una descripción vívida de la geografía de la Luna, completa con cráteres masivos, enormes cristales de amatista, ríos caudalosos y vegetación exuberante.

El Edinburgh Journal of Science había dejado de publicarse años antes y Grant era un personaje ficticio, pero los lectores quedaron completamente cautivados por la historia y no la reconocieron como una sátira. Finalmente, El 16 de septiembre de 1835, el NY Sun admitió que los artículos habían sido un engaño.

Tardígrados lunares

Esta especie microscópica llegó a la Luna cuando la sonda Beresheet, de Israel, se vio obligada a hacer un aterrizaje forzoso en abril de 2019. La nave, que sería el primer módulo lunar privado en aterrizar en nuestro satélite, cargaba con una serie de microorganismos llamados tardígrados. Estos animales, conocidos comúnmente como «osos de agua», son el ser más resistente conocido en la Tierra, más incluso que las cucarachas.

No por casualidad, estos organismos fueron enviados en 2007 al espacio a bordo de la nave ‘Foton-M3’ de la ESA. Pese a que fueron expuestos a radiaciones ultravioletas mil veces más intensas que las que se registran en la Tierra, a su regreso volvieron a la vida, ya que, al ser sumergidos en agua, vuelven a metabolizar, e incluso fueron capaces de reproducirse.

Lo más cercano a encontrar vida en la Luna deben ser esos tardígrados en estado de latencia a la espera de un buen remojón. Son los únicos seres vivos aptos para sobrevivir a una sequía extrema y perdurar en estado latente. Soportan sin problemas temperaturas que van desde los 200 grados bajo cero a más de 150, muy por encima del punto de ebullición del agua.

 

Fuente: adslzone