Muy pocos ignoran quienes fueron Buzz Aldrin o Neil Armstrong o jamás ha escuchado la frase “Un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la humanidad”, que el propio Armstrong pronunció al pisar suelo lunar. Eso sí, muy pocos recuerdan a Eugene Cernan, el astronauta que “cerró la puerta”: él fue el último en caminar en nuestro satélite. Esto ocurrió en diciembre de 1972 pero entre Aldrin y Cernan hubo otros diez hombres (seis misiones en total) que dejaron su huella en la Luna.

El problema es que si ya hay una caterva de conspiranicos que dudan de que fuimos una vez, las otras cinco misiones son aún más pasto del olvido. Al igual que sus protagonistas y actores y actrices secundarias.  Entonces, ¿cómo sabemos que de verdad fuimos seis veces? Aquí las pruebas.

El reflector

En términos técnicos se trata de una matriz retrorreflectora de medición láser lunar. Un instrumento que dejaron allí “arriba” los astronautas de la misión Apolo 11. Pese a su nombre rimbombante se trata de un pequeño cubo formado por espejos que permite medir con precisión nuestra distancia con la Luna.  En total tres misiones dejaron cinco de estos retroflectores y gracias a ellos los telescopios de cualquier parte del planeta, que cuentan con el instrumental adecuado, pueden lanzar un láser y, registrando el tiempo que tarda en regresar, medir la distancia. En suma: si no hubiéramos ido, non habría forma de obtener este dato.

Las rocas lunares

Los miembros de la misión Apolo 11 volvieron a la Tierra con 22 kilos de material lunar. Pero si sumamos las seis misiones estamos hablando de 2.200 muestras que pesaban 381 kilogramos y que fueron procesadas individualmente para lograrse un catálogo final de 110.000 muestras. Estas fueron repartidas por diferentes instituciones del planeta (sí, incluso llegaron a la entonces Unión Soviética).  Si los soviéticos hubieran visto algo extraño allí, lo hubieran denunciado sin dudarlo un instante. Prueba número uno. La número dos es el tiempo: muchas de las rocas son más antiguas que la más vieja de las rocas jamás encontradas en la Tierra.

RocasLunares

Las huellas

Y no hablamos solo de las huellas que dejaron los astronautas en sus paseos lunares, los sitios donde aterrizaron los módulos o del rastro de los vehículos que rodaron por la superficie también cuentan. La ventaja de la Luna es que no hay atmósfera. Eso significa que la lluvia brilla por su ausencia y el viento no existe. En la capa de polvo sobre el suelo lunar (que puede sobrepasar los 10 metros de espesor), las huellas se mantienen “eternamente”. Pero hay más.

También están aquí los 187.000 kilogramos de basura espacial (instrumentos, vehículos, herramientas y hasta una pelota de golf jamás recuperada) que dejaron las seis misiones de apellido Apolo. ¿Cómo sabemos esto? Los satélites que orbitan la Luna permiten fotografiar el satélite con una resolución asombroso: hasta 35 cm. De ahí es que se sepa con total claridad que lo que se ve allí está hecho por el ser humano.

CernanVehiculoLunar

La gran ventaja de la ciencia es que duda de sí misma y por eso constantemente avanza: a veces de forma directa y otras dando un paso atrás para tomar impulso. Por ello se sabe que hemos vuelto a la Luna: los patrocinadores de las conspiraciones solo señalan que no hemos vuelto, pero no dan ninguna evidencia científica de ello. Y si queremos negar que algo sucedió o que algo no es como se dice, tenemos que aportar pruebas de ello. En pocas palabras, quien debe demostrar que algo no es como se cree es quien quiere refutar esa idea. Así de «sencilla» es la ciencia.

 

Fuente: adslzone