Como en cualquier avance tecnológico, se trata de evolucionar constantemente, perfeccionando los progresos anteriores y tratando de llegar a un resultado lo más perfecto posible que se pueda en cada momento. Sin embargo, cuando una animación 3D o robot parecen muy humanos, nos causan rechazo. ¿Por qué ocurre esto?

La hipótesis original de Masahiro Mori

El término «valle inquietante» (del inglés uncanny valley y a su vez del japonés Bukimi no Tani Gensho) fue creado por el profesor Masahiro Mori en 1970, como una teoría para explicar la curva de las reacciones humanas en el campo de la robótica, concluyendo a grandes rasgos en que una figura artificial puede hacerse más familiar a los espectadores otorgándole una apariencia humana, pero solamente hasta cierto punto.

Cuando las réplicas robóticas tienden a parecerse demasiado a los humanos, tanto en movimientos como en aspecto, causan una especie de rechazo entre los que las contemplan. Es lo que denominan el valle inquietante o inexplicable. Constantemente, tanto en la robótica como en la animación computarizada juegan sin miedo con ese límite que hay en la respuesta emocional, en el que se pasa de lo positivo, a lo desagradable.

Conocida también como la teoría de la percepción mental, propone que cuando las personas ven un robot con características similares a las humanas, automáticamente le agregan una mente. Según esta teoría, una sensación creciente de que una máquina parece tener una mente conduce a una sensación espeluznante.

Realismo… pero no mucho

Como en la mayoría de teorías no probadas científicamente, la teoría del valle inquietante no se ha librado de las críticas. Parte de la comunidad científica considera que todavía las creaciones robóticas o el CGI empleado en animación es solamente parcialmente parecido a humanos, por lo que no tendría los fundamentos suficientes de muestra como para validar la hipótesis. En cambio, se trataría de una disonancia cognitiva en la cual el rechazo viene producido por la generación de unas expectativas concretas que, al poco tiempo de observación, nuestro cerebro no podría ver cubiertas.

Psicólogos de la Universidad de Emory publicaron en 2020 nuevos avances sobre la ya anticuada teoría de Mori, aunque siguen validándola en su mayoría. Según estos estudios, es el tiempo de visualización de uno de estos estímulos el que produce la reacción.

La antropomorfización, o la proyección de cualidades humanas en los objetos es una constante, que a veces hacemos no solamente con máquinas o tecnología que estamos tratando de entender, como nuestros vehículos o un ordenador, sino que incluso vemos caras en las nubes, por citar un ejemplo natural.

Sin embargo, poner nombre a nuestro coche o imaginar que una nube es un ser animado no se asocia normalmente con una sensación extraña, señalan en ese estudio. Eso los llevó a plantear la hipótesis de que puede ocurrir algo más que simplemente antropomorfizar al ver un androide.

Las personas comienzan a distinguir entre rostros humanos y artificiales alrededor de 400 milisegundos después del inicio del estímulo. A primera vista antropomorfizamos a un androide, pero en ese tiempo detectamos desviaciones y lo deshumanizamos. Y esa caída en la animación percibida probablemente contribuya a la extraña sensación del valle inquietante.

 

Fuente: adslzone