Viviendo en un mundo cada vez más digital e interconectado, nuestras decisiones tecnológicas ya no dependen exclusivamente de nosotros. Si nuestro grupo de trabajo, familia o amigos usa una aplicación, «te verás forzado» a usarla si quieres mantener el contacto. Dicho esto, vamos a analizar cómo sería hoy en día tratar de huir de la app de mensajería propiedad de Meta.

Una competencia no suficientemente fuerte

Como suele suceder, la competencia es buena, ya que hace que la retroalimentación acabe por mejorar un sector a medida que alguno de sus actores lo hace y lo demás lo replica. Hemos visto muchas alternativas queriendo hacerse con la porción principal de un tipo de aplicación por la que la entonces Facebook pagó 19.000 millones de dólares en 2014.

Parecía que Line iba a arrebatar el trono y no sucedió, parecía que recientemente los más de 50 millones de usuarios de Signal en 2021 eran una amenaza y nada. Ni siquiera Telegram, la alternativa real al uso de WhatsApp, ha acabado de calar con fuerza. Aunque Telegram crezca, la mayoría todavía prefiere WhatsApp y en el caso de España esa mayoría se dispara.

A ese respecto, parece que de momento escapar de WhatsApp es una tarea imposible. Podrías salirte, pero perderías unos cuantos contactos que no han dado el salto a Telegram ni lo van a hacer, o lo han hecho, pero no se han estabilizado en su uso. Recibimos constantemente confirmaciones de «XXX se ha unido a Telegram», pero si en un par de semanas revisas su última conexión, puede que coincida con la de su bautismo en la app alternativa.

Lo explica muy bien Uri Martinich, CEO de la agencia de reputación online ROI: «Esta app está tan arraigada en nuestro día a día que cuesta imaginarse cómo sería la mensajería instantánea sin ella. No es que WhatsApp sea una gran innovación; realmente, no lo es, muchas aplicaciones hacían lo mismo desde mucho antes; pero el nivel de adopción es tan grande que ante la afirmación “te mando un WhatsApp” es casi impensable recibir de vuelta un “no tengo”».

Cómo se vive sin WhatsApp

Como se suele decir, «para muestra un botón». Aunque nos resulte chocante pensar en vivir sin WhatsApp, son muchas personas las que han decidido no pasar por el aro de Meta/Facebook y dejar de usar esta aplicación. Por ejemplo, en el HuffPost vimos hace años un reportaje en el que se compartían declaraciones de gente común que no usaba WhatsApp. De ahí podemos extraer algunas citas que ayudan a entender el punto de vista de este otro lado de la misma moneda:

“En mi día a día no me aportarían nada; otra cosa sería vivir sin móvil, que puede resultar más difícil, pero hacerlo sin WhatsApp es fácil”.

“No me es necesario. Hace años mi círculo de amistades se redujo y aunque hoy es más amplio, no veo necesidad de usarlo. Quién sabe si en el futuro me será fundamental, pero ahora, desde luego, para nada”.

Incluso el actor y director español Daniel Guzmán reconoció sin tapujos en una entrevista en El Mundo en 2018 llevar dos años sin WhatsApp por aquel entonces:

“Llevo dos años sin él [declaraciones de 2018]. Lo tuve, pero me lo quité para recuperar mi vida, para ser dueño de mí mismo, de mi intimidad y de mi independencia. Como es gratis, se pierde el contenido. No hay filtros, te mandan de todo y te meten en grupos. Había gente que se molestaba cuando no les contestaba. Tener que responder a 200 personas me generaba mucho estrés”.

Motivos por los querríamos salir de WhatsApp

Que vivamos con un móvil pegado en la mano no quiere decir que no podamos ser autocríticos y, tratando de empatizar con algunos de los argumentos anteriores, pensar en motivos por los que realmente ganaríamos en calidad de vida sin depender de la aplicación de mensajería.

En internet abundan los posts de usuarios que cuentan su experiencia luego de dejar de utilizar WhatsApp y casi todos han llegado a la misma conclusión: eliminar esta app ha sido una especie de sanación, algo casi terapéutico. El motivo es claro: ganar en libertad (o perder control, como se quiera mirar ese prisma).

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¿Podríamos llegar a eliminar WhatsApp?

Es muy común ver a personas incapaces de desprenderse de sus teléfonos, revisándolo a cada rato en busca de alguna nueva notificación en esta plataforma (aplicable también a otras). A su vez, también todos tenemos amigos o contactos que nos envían un mensaje y creen que eso basta para darnos por enterados. O «espían» si seguimos despiertos, si hemos leído el mensaje y no hemos podido contestar, etc.

Esto genera una especie de obligación, un compromiso de respuesta al que muchas veces no queremos hacer frente y en otros tiempos hubiera sido más sencillo librarnos de contestar tan instantáneamente. Si saben que estás en línea, prácticamente te están obligando a dar una respuesta. Al contrario que otras redes sociales, en WhatsApp ni siquiera hay un «cierre de sesión», por lo que la desconexión en la app realmente no existe más allá de la pausa de notificaciones o silenciarlas.

Otro gran motivo para vivir sin WhatsApp es el tema de los datos en poder de Facebook. Permitir a Facebook procesar datos de usuarios de WhatsApp está siendo un culebrón constante entre la Unión Europea y la ahora corporación conocida como Meta. Efectivamente, tratar de salvaguardar nuestros datos personales podría llevarnos a otras aplicaciones de código abierto, ya que estas permiten ser auditadas y apenas tienen datos de sus clientes.

 

Fuente: adslzone