La reciente presentación del Sony Xperia Z Ultra nos dejó un gran sabor de boca en cuanto a sus prestaciones. Se trata de un phablet de primer nivel, con amplia pantalla de 6,4 pulgadas y resolución Full HD (1080p) que integra uno de los mejores procesadores del mercado, el Qualcomm Snapdragon 800 a 2,2 GHz y 2 GB de RAM, lo que le permite un gran rendimiento. Todo ello aderezado con un diseño atractivo y una delgadez y ligereza máximo (6,5 milímetros de grosor y 212 gramos de peso) que lo convierte en un dispositivo muy cómodo.

No obstante, al margen de estas impresionantes características también hemos sabido que su precio de lanzamiento será de 719 euros (940 dólares), una cifra que no ha tardado en generar debate por lo elevada de la misma. Si bien se trata de un equipo superior a sus principales competidores como son el Samsung Galaxy Mega 6.3 o Huawei Ascend Mate en la categoría de phablets o Samsung Galaxy S4, el propio Sony Xperia Z, el HTC One o el iPhone 5 en la de smartphones, cabe preguntarse lo acertada de la decisión del fabricante a la hora de venderlo por dicho precio.

En prácticamente todos los aspectos gana al resto de alternativas en su segmento, pero nos planteamos si realmente existe demanda de este tipo de dispositivos con un precio tan alto. Tanto por este aspecto como por su diseño en forma de phablet (a medio camino entre el smartphone y las tabletas) se trata de un equipo diseñado de cara a un entorno profesional y para nada estamos ante un producto de masas.

¿Es una locura que el precio de los smartphones se acerque a los 1.000 dólares?

Aunque no cabe duda de la existencia de cierta demanda por los equipos de gama alta, cuyo precio supera en sus últimos modelos los 600 euros, los fabricantes parecen no tener en cuenta que no todos los usuarios pueden acceder a terminales por dichas cantidades. De hecho, es la gama media la que más éxito tiene entre los usuarios y donde las compañías obtienen una mayor rentabilidad.

La tendencia en el mercado demuestra cómo se empieza a difuminar la necesidad de actualizar el terminal a uno de última generación una vez se adquiere un dispositivo de gama alta. El ciclo de renovación de terminales se ha reducido hasta un punto casi insostenible. El último Samsung Galaxy S4 es un buen ejemplo. La compañía coreana ha visto cómo en el último mes sus previsiones de venta han caído, lo que es achacado por diversos expertos a lo escaso de la novedad y mejora respecto al Galaxy S3, un móvil que aunque fue lanzado en 2012 sigue perteneciendo a la gama alta y aún supera en rendimiento a la gran mayoría de sus rivales en el mercado.

A ello le tenemos que unir que la diferencia de precios entre uno y otro es evidente (el S3 se vende ya por menos de 400 euros) y el contexto de crisis económica, que también afecta a la demanda. Además, en menos de un año se espera la llegada del Galaxy S5, de nuevo por encima de los 600 euros, y serán muy pocos usuarios del S4 los que puedan permitirse gastarse de nuevo dicha cantidad apenas un año o incluso meses después de su última adquisición.

¿Han entrado los fabricantes en una espiral alcista en precios peligrosa? Si bien se puede entender que un hardware de primer nivel no sea económico, no parece tan claro que a precios como los que están llegando al mercado alcancen el éxito pretendido por todos los factores anteriormente expuestos. Encontrar un punto más equilibrado debe ser una de las principales misiones de los fabricantes, o de lo contrario nos tememos que la aceptación de este tipo de dispositivos por parte de los usuarios podría intensificar su declive.

 

Fuente: adslzone