23-01-2011 - Me tropiezo en internet con un ensayo sobre prensa española e iberoamericana en el siglo XX publicado por un catedrático que me dio clases en la Facultad. Una eminencia. Es curioso. Para aprobar su asignatura nos encargó hacer una extensa investigación de hemeroteca sobre un periódico del otro lado del Atlántico en dicho siglo. Luego, escribió su librito. El ensayo no me cita como fuente en ninguna página. Claro que tampoco saqué matrícula de honor. No cita a ninguno de mis compañeros. Ni siquiera a los de la otra clase. Alguna matrícula había. Debe de ser el alzheimer. La Ley Sinde plantea que es ilegal que yo me descargue el ensayo de mi sesudo profesor (un delito), pero ninguna ley cuestiona que él utilice las investigaciones de sus alumnos para argumentar y escribir dicho ensayo, publicarlo, lucrarse con los derechos de autor y generar los subsiguientes derechos de distribución (texto obligatorio actualmente en la Universidad).

La manoseada Ley Sinde realmente no se centra en proteger la obra artística o intelectual sino su propiedad. Vamos a decirlo en plata: estamos hablando de dinero, no de arte. Y, como dicho así queda muy fenicio, los artistas y los políticos intentan hacernos creer que lo que está en juego es la obra. Porque internet ¿“la pervierte”?

¿Qué es eso de que “la distribución gratuita de las obras de arte a través de internet atenta contra los derechos de copyright”? Pues eso es una frase bien construida; con un sujeto muy largo, verbo y predicado; oración enunciativa, afirmativa... y que describe la realidad desde un punto de vista capitalista. El capitalismo ha convertido la obra de arte en un copyright, en una MERCANCÍA. Cuando los artistas de este país defienden la Ley Sinde, están luchando por el valor económico de sus obras, no por la creación. ¿La noche los confunde, como a Dinio?
Las ideas y la creatividad no peligran con internet. Es el concepto de propiedad lo que está en juego. Nos asusta cualquier forma de SOCIALIZACIÓN DE LA PROPIEDAD.

Me encantaría tener un par de fotografías de Ouka Leele colgadas en la cocina de mi casa, pero, a 2.000 € el marco, va a ser que la única manera que tengo de verlas es a través de la red. Y Ouka llora que llora por los rincones de la mesa mientras cena con la Sinde. ¿Se piensa, quizás, que voy a sacar una copia por la impresora (a 72 ppp!!!) y a vendérsela a una galería de arte?

¿Les asusta a los artistas que las nuevas tecnologías generen otras formas de expresión que les desplace? Marshall McLuhan: “Una tecnología no hace desaparecer a la anterior, sino que la reconfigura y en su caso, la fortalece”. Antes de que apareciera la fotografía en el siglo XIX los únicos que se hacían un retrato eran los ricos, que podían pagar, como mínimo, un “paco-peña” de la época. La fotografía abarató y popularizó el retrato y sustituyó a la pintura como copia de la realidad. La pintura, lejos de entrar en crisis y morir, se abrió hacia formas de expresión menos figurativas. Aparecieron las vanguardias del XX. A quienes se les acabó el chollo fue a los pintores cutres de retratos cutres. ¿Daños colaterales? Las crisis es lo que tienen, renovarse o morir.

El sentido último del arte no se diluye en internet. Todo lo contrario. ¿Qué mueve a un artista a realizar una obra de arte? La necesidad interior de expresar. ¿Cuál es el fin último de una obra de arte? Compartir una expresión y provocar un sentimiento. El artista hace posible que yo, cuando me empapo de su obra, pueda aprehender la realidad a través de sus ojos, pueda imaginar a través de su mente, pueda sentir a través de sus dedos, pueda emocionarme a través de su emoción. El arte, compARTE. El fin último del artista es CREAR para MOSTRAR. Internet abre el mundo a escritores que no consiguen publicar en las editoriales tradicionales porque no son conocidos o superventas o bestseleros; a los músicos que no tienen cabida en las grandes discográficas ni en las listas de los 40 Principales; a los fotógrafos y pintores que no tienen amigos entre los galeristas ni exponen en Arco; internet hace posible que el artista pueda prescindir del distribuidor. Y ya era hora. Que la distribución poco tiene que ver con el arte. En cualquier proceso comunicativo, los elementos básicos son tres: emisor-mensaje-receptor. Al mensajero nos lo podemos cepillar y el esquema no se inmuta.

Los artistas de renombre pueden llorar de desesperación, patalear y oponerse cuanto quieran. Pueden sentarse a esperar la muerte por inanición. O pueden REINVENTARSE. ¿Es duro? Es el mundo que les ha tocado, como a todos. En la vida, lo único inmutable es el cambio. O se adaptan o se adaptan. Y no lo digo yo. Lo dice la historia. Lo dice janfri bogar: "si tu cabeza dice una cosa, y la vida otra, tu cabeza siempre pierde".

Pero ¿detrás de la Sinde, qué hay detrás del detrás? Detrás de esta Ley hay un estado que favorece la globalización de la economía pero penaliza la globalización de la información y el conocimiento. Cuando, en el siglo XV, a Gutenberg se le ocurrió inventar la imprenta de tipos móviles, la Iglesia, con toda su cohorte de amanuenses en los monasterios, tembló de pavor. De repente, los libros ya no tenían que escribirse a manos del clero y las letritas eran asequibles para la plebe. La imprenta trajo consigo una revolución cultural que puso fin a la Edad Media con sus siglos de plebeyos estratégicamente iletrados y dio paso al sol del Renacimiento. Internet no va a acabar con la música, los libros o las fotografías artísticas. Internet pone en jaque la forma de producción y distribución de la Cultura y a los que tienen el control sobre el conocimiento y nos imponen su modelo económico.


Reproducido del blog Letritas en la sopa

Fuente: internautas