Arturo Pérez-Reverte, reportero, columnista y hace ya 24 años, novelista así como miembro de la Real Academia de la Lengua desde 2003, ha opinado por fin de los libros electrónicos. El hombre que no deja indiferente a nadie, ese que con sus tweets dio forma sin quererlo a los #perezrevertefacts en Twitter, ha puesto los puntos sobre las íes. Le importa es lo que se escribe, las letras; las frases e historias que unidas conforman un libro que aportará para siempre al que lo lea. Eso sí, tiene bien claro que un gadget así no es para él:

Con un libro electrónico, sea El Gatopardo o El perro de los Baskerville, no puedo anotar en sus márgenes, subrayar a lápiz, sobarlo con el uso, hacerlo envejecer a mi lado y entre mis manos, al ritmo de mi propia vida. No hay cuestas de Moyano, ni buquinistas del Sena, ni librerías como las de Luis Bardón, Guillermo Blázquez o Michele Polak donde los libros electrónicos puedan ocupar sus venerables estantes y cajones. Nada decora como un buen y viejo libro una casa, o una vida. Ninguna pantalla táctil huele como un Tofiño, un Laborde o un Quijote de la Academia, ni tampoco como un Tintín, un Astérix o un Corto Maltés al abrirlos por primera vez.

En España, a vueltas con los lectores de libros electrónicos de un tiempo a esta parte, no tenemos la oferta que nos merecemos. Ni mucho menos. Pero sí que ya hay datos demoledores con informes de dudoso rigor. El abogado Carlos Sánchez Almeida, lo explicó perfectamente hace un mes:

A día de hoy, si alguien quiere leer los premios Planeta en formato electrónico -hay pulsiones masoquistas que nunca podré comprender- debe acudir necesariamente a las páginas que la ministra y el marqués quieren cerrar. Como los copistas medievales, nos tendremos que dar prisa en nuestra labor de salvaguarda, antes de que los biblioclastas habituales vengan a quemar la Biblioteca para imponer su Índice de Libros Prohibidos. Todavía estamos a tiempo de salvarla.

No tengan miedo, lo importante es "lo que va dentro".

 

Fuente: bandaancha