18-11-2009 - Pero lo más difícil de comprender es que sea un Gobierno socialista el que aplica metódicamente el sistema Sitel sin despeinarse. Lo cierto es que Sitel es un sistema perverso que deja a los ciudadanos inertes ante la posibilidad de que su teléfono sea interceptado. En realidad Sitel es un «Gran hermano», defendido no sé si cándidamente o malévolamente por quienes argumentan que en un país que hay terrorismo, narcotraficantes y mafias es necesario un instrumento para combatir estas lacras. Desde luego, nadie dice que no haya que combatir esas lacras con todo el peso de la ley, pero sin que eso suponga que las conversaciones telefónicas de cualquier ciudadano puedan terminar siendo grabadas.

Porque lo que no es de recibo es que se graben conversaciones y éstas se guarden, contengan lo que contengan, y así se vaya organizando un gran «archivo» donde están todos los pormenores de la vida de los ciudadanos. Otro dato para la inquietud es que esas cintas grabadas no las transcribe, pongamos, una secretaria judicial que estaría obligada por el secreto y que es una funcionaria pública, sino que las cintas son transcritas por empresas contratadas que pueden hacer uso indebido de ellas.

Es evidente que con un sistema como Sitel el Estado tiene un instrumento poderoso no sólo para perseguir a los «malos», sino para enterarse de lo que hacen y dicen ciudadanos anónimos. Escuchar a todo el mundo significa convertir a todos los ciudadanos en presuntos delincuentes.

No sé si es mucho esperar que los partidos de la oposición, además del PP, planten cara a Sitel y logren que ese sistema diabólico sea desterrado. En cualquier caso, el PP en el pecado lleva la penitencia. Ellos lo compraron evidentemente para utilizarlo y ahora se han convertido en víctimas al mismo tiempo que el resto de los ciudadanos. Me gustaría saber si Mariano Rajoy se va a comprometer públicamente a desechar Sitel si un día gana las elecciones. Ahí le quiero ver. Mientras tanto, háganse a la idea de que estamos siendo vigilados por la oreja del «Gran hermano».

Opinión de Julia Navarro en La Nueva España


Fuente desde: internautas