Internet de las Cosas (en adelante IoT por sus siglas en inglés, Internet of Things) es actualmente la última frontera tecnológica a la que se enfrenta nuestra sociedad, si bien el término comenzó a acuñarse a finales de la pasada década, cuando el número de dispositivos conectados superó al de personas haciendo uso de Internet.

Ordenadores portátiles, teléfonos inteligentes y tabletas fueron responsables de arrancar un fenómeno que ahora se expande en todo tipo de electrodomésticos y otros objetos cotidianos como televisores, coches, relojes, neveras, lavadoras, ropa…, sin olvidar a la industria pesada, a los sensores ubicados en obras de ingeniería o a los millones de mercancías que se mueven a diario y que están controladas por empresas de logística.

La conectividad se extiende en favor de un acusado avance que, no obstante, guarda una peligrosa contradicción: muchas empresas se apuntan al carro de IoT con el propósito de aprovechar las incipientes oportunidades de negocio, pero la seguridad tiende a no ser tratada como una prioridad en las estrategias de producción, especialmente para entornos directivos y consejos de administración.

 

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Fuente: muyseguridad