Grooveshark pertenece a Escape Media, y es una compañía estadounidense. Actualmente, se enfrenta a varias demandas por parte de las principales discográficas. Esta pesadilla judicial comenzaba a finales del año pasado y no se sabe cuándo terminará. En noviembre de 2011, Universal Music le ponía un pleito por violación del copyright, reclamando indemnizaciones de millones de dólares. En esa demanda la Universal acusa a los empleados de Grooveshark de subir más de 100.000 millones de canciones ilegalmente; y valora el daño por cada infracción en 150.000 dólares.

Grooveshark se defiende de las discográficas para intentar sobrevivir

Esa acusación no es baladí, y no sólo por el monto de la reclamación (más de 15.000 millones de dólares), sino porque, si la demanda prospera, significaría que Grooveshark no podría acogerse a la protección de salvaguardia que establece excepcionalmente la ley estadounidense Digital Millenium Copyright Act (DMCA). Se convertiría en un negocio que fomenta la piratería. En diciembre de 2011, Sony Music y Warner Music se sumaban a la demanda iniciada por la Universal.

Luego, en enero de 2012, EMI, la otra gran discográfica, demandaba a Grooveshark por incumplimiento de contrato, alegando que no recibe las liquidaciones por las licencias. Seguidamente, a finales de febrero de 2012, un grupo de treinta compañías danesas de la industria del entretenimiento ha logrado una orden judicial que obliga a los proveedores de acceso a Internet a bloquear el sitio web de Grooveshark para los internautas residentes en Dinamarca.

Con todos estos pleitos, las discográficas pretenden colocar a Grooveshark en la misma situación que The Pirate Bay, como uno de los grandes infractores de los derechos de propiedad intelectual. Ahora, una fuente anónima de la compañía acaba de explicar a TorrentFreak la lucha que mantiene Grooveshark contra las discográficas para continuar con su plataforma abierta y con una oferta de música ilimitada. Lo de abierta se refiere a seguir posibilitando que los artistas contraten directamente con Grooveshark, sin que la discográfica intervenga, y puedan cobrar por la música que los usuarios del servicio escuchan. Eso entra en conflicto frontal con el modelo de negocio de los sellos de música, que pretenden retener el control total sobre el producto.

Los contratos directos con los artistas no son el único asunto que molesta a las discográficas. Además, quieren tener acceso libre a todos los datos personales de la base de usuarios de Grooveshark, una información de valor incalculable para las compañías del disco.

 

Fuente: tuexperto