23-01-2012 - El FBI entró en Megaupload como elefante en cacharrería, pero demostró que a la Policía le bastan las leyes ordinarias, sin que normas de excepción como las norteamericanas SOPA y PIPA o nuestra Ley Sinde-Wert abran puertas al recorte de libertades y el control de lo que hacemos en la Red. Normas al dictado de los lobbies, los villanos de esta historia, para quitar de en medio a la Justicia cuando no les da la razón.

La operación Megaupload fue una torpe rabieta ante el apagón con el que un día antes Internet protestó contra estos proyectos de Ley, pero tras la redada la votación de la SOPA en el Senado de EE.UU. se aplazó sine die ¿De quién es la victoria entonces? Ahora las fuerzas se igualan; Google, Facebook y hasta Wikipedia son ya tan poderosas como la industria del ocio. Con Google también se localizan archivos protegidos con derechos de autor ¿la cerrarán también?

El cierre de Megaupload ha desatado una carrera armamentística sin sentido. De poco sirve bloquear por unas horas las webs del FBI o la SGAE. La guerra es contra Sindes y Sopas, no por Megaupload; no es por bajarse gratis la última de la saga Crepúsculo, sino por el derecho a compartir la cultura y liberarla de las garras de la industria. La tienen perdida quienes protegen intereses particulares a costa de derechos fundamentales. La industria cultural ha de sucumbir para que la cultura sobreviva.

La operación policial fue también inútil. El cierre de Napster, en el 2000, estimuló la aparición de nuevos servicios para compartir contenidos en red. El golpe a Megaupload será una raya en el agua. Hay docenas de alternativas y están los programas P2P, el streaming o el almacenamiento en la nube. Pero la industria cultural no ve más allá de su codicia: Artistas que se retiran de Spotify porque se gana poco, editores que nos niegan el derecho a prestar un libro electrónico como prestamos el de papel, discográficas que cobran a las televisiones por emitir videoclips, es decir, anuncios. De locos.

El título de este artículo es el de una canción del álbum Smile de Beach Boys, obra maestra de 1967 que su compañía se negó a publicar y que 44 años después se ha editado en una carísima caja cuya música todavía puede descargarse desde Filesonic, Fileserve, eMule, o escucharse en Spotify, Deezer, Last FM...

 

Opinión de Federico Vaz en Granada Hoy

Fuente: internautas